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jueves, 24 de septiembre de 2015

Para una crítica de la razón humanista: uso y abuso del humanismo en el derecho internacional


Para una crítica de la razón humanista: uso y abuso del humanismo en el derecho internacional

 Pablo Antonio Anzaldi
Integrante del Consejo Editorial de la Revista Consensos. Profesor universitario. pabloanzaldi@gmail.com

Resumen
Este artículo presenta una visión crítica sobre la ideología humanista que fundamenta ciertas acciones militares de la OTAN. Para ello, distingue entre el idealismo kantiano y el idealismo hegeliano. Sobre esa base, ensaya una distinción entre la necesidad histórica del avance del derecho y el uso indebido del discurso jurídico. Finalmente, avizora la necesidad de un nuevo derecho internacional que considere el avance histórico de las naciones emergentes.

Palabras clave: Idealismo abstracto, razón humanista, idealismo histórico, derecho internacional

En el análisis de las relaciones inter­nacionales de nuestro tiempo el derecho internacional suele caracterizarse como un logro del idealismo sobre las reali­dades del poder (Hoffman, 1963:209; Celestino del Arenal, 1994: 428)1. Para nuestro análisis, en cambio, la hipó­tesis verdadera es, al menos en parte, la inversa. Nos parece, en efecto, que las instituciones decisivas del derecho internacional reproducen las relaciones de poder internacional estratificadas no solo por sus contradicciones formales sino por lo que puede entenderse como una insuficiencia en el orden de la re­lación entre el deber ser y la realidad.
Distinguimos la razón humanista del derecho humanitario. Entendemos por razón humanista la ideología (uni­versal abstracto)2 que está en la base tanto de partes esenciales del derecho internacional público desde 1945 como en la justificación de decisiones de in­tervenciones militares de las potencias en países periféricos. Por cierto, po­nemos entre paréntesis los convenios de Ginebra, es decir, el denominado derecho humanitario aplicable en la guerra (Barboza, 1999: 604-8). Allí donde se ha cumplido muestra su im­portancia y utilidad3. Sin embargo, no podemos más que subrayar la irrealidad de los protocolos adicionales I y II que prohíben los ataques a la población civil, a los bienes de carácter civil, a la infraestructura, a los bienes cultura­les, etc., precisamente, a los primeros objetivos de las campañas militares realizadas por la OTAN, los Estados Unidos, Israel y Rusia, incluyendo la ex URSS (Zentner, 1980; Munkler, 2003: 131-183; Van Creveld, 2007: 17-57).
Para completar nuestro concepto, entendemos la razón humanista no en tanto empeño en un trato benigno a las personas fuera de combate sino como figura ideológica que atraviesa partes estructurales del derecho internacio­nal público, del derecho internacional humanitario y del derecho penal inter­nacional. Esta se refleja particularmente en la Carta y la estructura de la Orga­nización de las Naciones Unidas, así como en el Tratado de Roma y la Corte Penal Internacional (García Ghirelli, 2005; Fernández, 2008)
En una primera hipótesis, podemos señalar que la crítica de la razón huma­nista no se plantea solo como un análi­sis de los límites de una razón que lleva en sí la necesidad de expansión y uni­versalización, sino fundamentalmente como un cuestionamiento del estatuto teórico de la relación entre deber ser y ser en que se funda. Es decir, por el tipo de relación entre una estructura inter­estatal asimétrica y una normatividad jurídica internacional homogénea. En ese sentido, podemos también adelantar una segunda hipótesis afirmando que el uso del derecho penal internacional prolonga el colonialismo histórico con nuevos medios jurídicos. Por lo tanto, la capacidad de evadirse del derecho penal internacional será directamente proporcional al quantum de poder de los Estados nacionales.
Por último, adelantamos una terce­ra hipótesis planteando que el avance real de los derechos subjetivos será un producto del desarrollo histórico de los pueblos y de la coordinación de un nuevo derecho internacional entre los Estados nacionales, principalmente emergentes. Decimos ex profeso Esta­dos nacionales emergentes y no mera­mente economías emergentes porque se manifiesta la incorporación a la escena internacional de pueblos históricamente débiles.
Inscribimos nuestra reflexión con­siderando al derecho internacional público no como sustancia sino como sujeto, esto es, expuesto al dinamismo, el debate y el cambio en función del horizonte histórico. Se trata por tanto de una cuestión centralmente política, cuya elaboración y reelaboración está situada en la política mundial.
Cabe aclarar que, como puede entre­verse, el análisis- por demás provisio­nal- aquí bosquejados se inspira en la crítica de Hegel a Kant (D’Hont, 1971: 151)4 y, en igual medida, en nuestra in­terpretación de ciertas diferencias entre ambos filósofos (Hegel, 1998: 343-392; 2004:332-335). Por cierto, se trata solo de un bosquejo, pues un análisis com­parativo realmente completo excede lo requerido para examinar la cuestión.
Mencionamos a Kant y Hegel porque ambos fueron extraordinarios filósofos y están en la base de oposiciones deriva­das, jurídicamente significativas, como la teoría pura del derecho de Kelsen (2009), que se inspira en Kant, y el pensamiento de los órdenes concretos de Carl Schmitt (1979; 1996), inspirado hasta cierto punto en Hegel.
En todo caso hay una contrapo­sición entre dos modos radicales de pensar la conexión entre la política, el derecho y la historia. Por cierto, el particular acento que otorgamos a la historia y la política como claves del derecho es de inspiración hegeliana, porque no implica una renuncia a la razón ni una claudicación ante el relati­vismo culturalista de signo romántico y perfil retrógrado (D’Hont, ídem; Evola, 1994).
Finalmente, en el presente artículo nos concentramos en el análisis de las formas de pensamiento y de los concep­tos fundamentales. Por ello, en el texto los conceptos no se acompañan de una validación empírica. En cierta medida ello es inevitable porque se trata de un análisis teórico político y no de una investigación de tipo positivo, como las reunidas en algunos de los materiales bibliográficos utilizados.
Así y todo, los derechos de la teoría insistirán que es mediante conceptos como puede prepararse y realmente organizarse la información empírica, con la salvedad de que este artículo es más un trabajo propedéutico que un informe concluyente.


 ...................

1 El presente artículo está basado en la ex­posición realizada en el 3er Congreso de Derechos Humanos organizado por los estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile en Septiembre de 2012.
2 El concepto de «universal abstracto» en Hegel representa la Idea vacía de conteni­do cuyo despliegue dialéctico hacia la di­mensión
concreta- como reunión de las múltiples determinaciones de lo real-, pone de manifiesto la irrealidad del deber ser y del utopismo, ya
que los momentos del espíritu se desarrollan uno tras otro a partir de su interna necesidad racional, desde la certeza sensible hasta el 
saber absoluto de lo absoluto (Hegel, 2000). Mientras el deber ser aparece como una formalización atemporal, en cambio, para
Hegel, la verdad se manifiesta histórica­mente y el mundo de la eticidad se alcan­za en el Estado.
Muy semejante a la concepción hegeliana es el método que se desarrollará en De la  de duelo y guerra absoluta hasta la guerra real y los dos tipos o especies principales: la que concluye en el aniquilamiento y la que concluye en la observación armada (Clausewitz, 2005: 17-46; 637-639), relaGuerra de Clausewitz desde el concepto cionando el Libro Primero y el libro Oc­tavo como momentos abstracto y concre­to de la guerra (Anzaldi, 2009: 31-54) que el epistemólogo Juan Samaja denomina «ascenso de lo abstracto a lo concreto» (Samaja, 1993). Mientras en Kant el co­nocimiento es producto del enlace de los fenómenos mediante las categorías, los juicios y los esquemas, en Hegel el cono­cimiento es el resultado de la experiencia de la conciencia en relación con el objeto y con el saber de ese objeto y en tanto surge mediante crisis y síntesis el nuevo objeto verdadero. ­
3 Por ejemplo, por ambas partes, en la gue­rra de las Malvinas y el Atlántico Sur (Ruiz Moreno, 1998; Guglialmelli, 1982; Thompson, 1990).
4 Simplificando quizás en exceso, podemos decir que el dualismo kantiano entre Ver­nunft y noúmeno (razón y cosa en sí) es superado por Hegel mediante la unidad de lo racional y lo real en el proceso dia­léctico. En Hegel, a diferencia de Kant, la razón teórica deja de ser un ideal regula­tivo y la razón práctica un imperativo categórico y pasa a ser un momento es­tructural de lo real, que se despliega his­tóricamente.




miércoles, 16 de septiembre de 2015

Hacia una democracia de lo común ANTONI AGUILÓ

Hacia una democracia de lo común

ANTONI AGUILÓ
Miércoles 16 de septiembre de 2015
Los procesos de desposesión, mercantilización y privatización impuestos por el neoliberalismo han provocado en los últimos años la aparición de una rica multiplicidad de formas de politización desde abajo: las revueltas árabes, Occupy, el 15M, las Mareas, Podemos, etc. Una novedad reciente es el desplazamiento de parte de estas formas de politización hacia el campo electoral e institucional, donde han surgido candidaturas de unidad popular fuera del bipartidismo PP-PSOE que en las elecciones municipales del pasado 24 de mayo obtuvieron resultados notables en las ciudades de tamaño medio y las de mayor población, como Barcelona, Madrid, Málaga, Cádiz, Zaragoza y A Coruña.
Una pregunta de fondo cuestiona si estas plataformas ciudadanas constituyen formas defensivas e inmediatas de lucha electoral contra los efectos del neoliberalismo globalizado, o bien si son la expresión de un nuevo e intenso ciclo de luchas institucionales que tratan de romper con el modelo de democracia que ha permitido a una pequeña élite poseer la mayor parte del poder y la riqueza. No es una pregunta sencilla, dado que se trata de procesos recientes y en construcción. Lo cierto es que, al decir de Ernst Bloch, el nuevo municipalismo ofrece pistas de un futuro que todavía no existe pero que ilumina las posibilidades del presente para originar ideas y prácticas que indican la dirección de las luchas. Y estas posibilidades apuntan hacia una dinámica institucional que aspira a alterar condiciones de vida opresivas, pues lo que está en discusión es la búsqueda de formas alternativas de practicar la democracia, de organizarse colectivamente y de aprender a vivir en común.
Como afirman Christian Laval y ‎Pierre Dardot, lo común se ha convertido en “el principio político que define un nuevo régimen de luchas a escala mundial”, un principio en situación de marginalidad desde las luchas de anarquistas, comunistas y socialistas de finales del siglo XIX y principios del XX. De hecho, el gran logro de estas candidaturas consiste, de acuerdo con Boaventura de Sousa, en haber repolitizado el principio de comunidad, sobre todo como factor de confluencia y articulación desde abajo en su intento de forja mayorías que les permitan gobernar.
No es irrelevante que varias de estas candidaturas hayan elegido la rúbrica “en común” como sello de identidad, ni que concejales de Ahora Madrid tomaran posesión de su cargo mediante la fórmula latina Omnia sunt communia (“todo es común”). Tampoco es baladí que, en contraste con la indefinición del Gobierno para ampliar las cuotas de aceptación de refugiados, haya sido la alcaldesa de Barcelona quien proponga la creación de una red municipal de ciudades-refugio. Y no es menos significativa la reivindicación que este municipalismo hace de lo popular, lo compartido y lo participativo como horizonte de combate contra la lógica del individualismo y la competitividad inoculada en el sentido común durante décadas de hegemonía capitalista.
Si quieren tener razón de ser, los partidos e iniciativas que apuestan por lo común como elemento de articulación y dirección de esa otra política exigida en las plazas, marchas y asambleas populares tendrán que tener audacia y creatividad para ensayar formas políticas alejadas de las raíces eurocéntricas, individualistas y capitalistas compartidas por el liberalismo y la socialdemocracia (o sus restos arqueológicos). Estas formas pasan necesariamente por el reconocimiento de la matriz comunitaria de la política.
Lo común es político y su articulación también. Necesitamos un cambio de mirada en torno a lo común, que ya no puede entenderse sólo como un conjunto de bienes o servicios públicos objeto de protección jurídica. Esta visión diluye el valor político del concepto y reduce drásticamente el campo de lo común a la identificación y gestión de distintos recursos comunes (agua, sanidad, educación, etc.). Lo común es una relación social, un espacio de construcción de vínculos de reciprocidad desde los que impulsar proyectos de resistencia frente a las agresiones de las clases dominantes, un dotar de sentidos alternativos a nuestras maneras de estar en el mundo y aprender a desarrollar formas de vida basadas en la solidaridad, la participación y la acción colectiva. Así entendido, lo común obedece a una racionalidad política potencialmente insurreccional al servicio de quienes desafían el predominio de la apropiación privada y la mercantilización de todo.
Este fue el significado que lo común adquirió en el 15M (“No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”) y que el municipalismo popular no debe olvidar. El 15M contribuyó a crear nuevas formas y espacios de lo común, imprescindibles para generar experiencias democráticas de alta intensidad: la práctica de la escucha, de la asamblea, del consenso, prácticas de socialización colectiva de sujetos que se apoyan, complementan y coordinan, etc.
Ante las posibilidades abiertas por el ciclo electoral de 2015, es fundamental apostar por la fuerza emancipadora de lo común recuperada por el 15M; una fuerza que no debe ser arrollada por ninguna maquinaria de guerra electoral ni reducida estratégicamente a una marca electoral explotable. Porque lo común, además de como espacio de confluencia, puede funcionar como eje de ruptura y transformación de un sistema basado en la subordinación de todo a los imperativos del capital.
Necesitamos con urgencia dar pasos desde lo social y lo institucional hacia una política de lo común que radicalice la democracia y revitalice las energías anticapitalistas de nuestro tiempo. Pasos hacia una democracia contrahegemónica que desmercantilice; que reconozca derechos colectivos, como el de autodeterminación, el derecho a la paz y a un medio ambiente saludable; que garantice nuevos derechos fundamentales (renta básica de emancipación, derecho al agua, al tiempo libre, a la información y la comunicación, entre otros); que combine diferentes modelos y prácticas democráticas (representativas, participativas y radicales) para producir cambios reales en las formas de hacer política; que convierta lo instituido en instituyente; que potencie la autogestión, la gestión horizontal y la creación de redes de reciprocidad; y que desborde los marcos establecidos por los dogmas y “leyes” del mercado (deuda, austeridad, acumulación, crecimiento…) para transformar el individualismo, el aislamiento y la competencia de la lógica civilizatoria del capitalismo en colectividad, solidaridad y dignidad.
14/09/2015


ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO . GENTES Y COMERCIO GLOBALIZADO Paco Montes

A lo largo de la década de los noventa el concepto de globalización o mundialización , como se quiera ( no obstante, hay más formas para referirnos a lo mismo ), no sólo ha ido cogiendo fuerza en los medios de comunicación, como otras tantas cosas , o en los discursos oficiales de distintas instituciones y gobiernos, sino que parece, o al menos a mí me lo parece, haberse instalado en nuestras vidas de forma silenciosa, como si fuera algo cotidiano y, al parecer único, algo contra lo cuál no parece poderse hacer nada porque : "es lo que hay " , porque se nos vende la idea de que no hay otra alternativa, de que todo el mundo está dentro, en definitiva, de que no hay nada mejor.

Cabría preguntarse tantas cosas acerca de ésto, acerca de lo que se supone "tan bueno" para tod@s, acerca de esas bonitas (para algunos) cifras macroeconómicas detrás de las cuales no se ve , o no se quiere ver que hay gente, que las decisiones económicas no pueden ir separadas de las personas; acerca de palabras tan rimbombantes y pomposas como "la liberalización del comercio mundial nos beneficiará a tod@s ", acerca de políticas económicas dictadas por el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BM (Banco Mundial), cuyas recomendaciones parecen ir más encaminadas a que los países del Sur (o no del Sur) obtengan liquidez para así poder pagar intereses de Deuda Externa (por ejemplo, promoviendo el desarrollo a través del abuso de las exportaciones sin pensar en lo que eso supone en la sobreexplotación de los recursos naturales de esos países) que a buscar un verdadero desarrollo de las gentes y los pueblos de esos lugares). Y podríamos seguir preguntándonos acerca de muchas cuestiones de este proceso globalizador económico, donde lo prioritario es lo cuantitativo, el beneficio y la maximización. Con esto último está íntimamente relacionada la idea de una progresiva y mayor desregularización (liberalización) del comercio mundial, que pretende abarcar prácticamente (o sin prácticamente) todos los temas, desde la reducción de tarifas arancelarias (de lo que se venia ocupando el antiguo GATT) a, por ejemplo, acuerdos TRIPs (Acuerdo sobre Aspectos Relativos al Comercio de los Derechos de Propiedad Intelectual) sobre patentes (procesos microbiológicos y genes incluidos), donde los grandes beneficiados no son otros que las grandes corporaciones transnacionales, con los gobiernos de los países ricos como cómplices pasivos (o activos, según se mire), anteponiendo las reglas del libre mercado a consideraciones sociales, ecológicas (no parecen darse cuenta que los recursos son limitados), culturales y humanas.

Y bueno , ¿qué pinta la Organización Mundial del Comercio (OMC) en todo esto?, pues pinta y mucho, tiene un papel fundamental en lo que es la articulación de todo el tinglao de la mundialización, está encargada de velar por el libre flujo de comercio y, se presentó en la Ronda del Milenio de Seattle del 30 de Noviembre con una agenda de negociaciones amplisima (servicios, aranceles industriales, agricultura, transgénicos, patentes sobre la vida, facilitación del comercio por reducción de costos ambientales y normas laborales, etc.....) donde incluso volvió a intentar meterse el tema del libre flujo de inversiones después del rechazo del AMI (Acuerdo Multilateral de Inversiones) meses atrás. Sin los mercados más desregularizados la mundialización se ve frenada, encuentra obstáculos , obstáculos que, curiosamente son del tipo: conservación del medioambiente, desarrollo agrícola sostenible (hay alimentos para todo el mundo), principio de precaución en el tema de transgénicos, de la carne hormonada procedente de EEUU,....... (temas que tienen que ver con la salud pública; ni siquiera tienen obligación de etiquetar los alimentos transgénicos), protección social, normas laborales, desarrollo local de pueblos a todos los niveles - un ejemplo claro de esto son las comunidades indígenas- , diversidad cultural, etc......... ; y claro, echando un vistazo a los "obstáculos" que frenan ese avance, ¿no deberían ser precisamente esos "obstáculos" los que deberíamos de buscar tod@s, y por supuesto, deberían de buscar cualquier decisión económica y política tomada a cualquier nivel? La OMC nace después de la última ronda de negociaciones del GATT, la Ronda Uruguay (1986-1993), y tiene un poder efectivo mucho mayor que su predecesor, el propio GATT.
Ya hemos visto que su papel es el de desregularizar más y más el sistema de comercio mundial con lo que los mecanismos de control van desmantelándose y las desigualdades ya existentes debidas al actual sistema económico van agrandándose porque no se comercia pensando en el desarrollo integral de los pueblos y sus gentes, se comercia pensando en lo cuantitativo, en el beneficio, parece que en el sistema mundial de comercio se haya avanzado y, se esté avanzando a favor de los intereses de las grandes corporaciones transnacionales (se pretende avanzar más en la Ronda del Milenio de Seattle) en lugar de dar pasos hacia el desarrollo sostenible de pueblos y entorno; porque claro, por ejemplo, en base a la competencia internacional, las transnacionales tienen "argumentos" para trasladar capital y empleos a otros lugares donde encontrar normas laborales más flexibles y estándares medioambientales más bajos.

Cosa muy curiosa es darse cuenta que la OMC no es algo abstracto, está integrada por 134 países - que serían EEUU, la UE, Canadá, Japón......., y los restantes, agrupados eso sí en diferentes niveles (no son lo mismo Argentina o Australia que cualquier país del Africa Sub- Sahariana); como os podéis imaginar esta estratificación de los países tiene mucho que ver a la hora de sentarse a negociar y llegar a acuerdos, en unos casos y aceptar acuerdos, en otros -, sin olvidarnos de los potentes grupos de presión de las grandes multinacionales que también andan por los pasillos y las mesas de negociaciones de la OMC.
No obstante el instrumento más poderoso de la OMC es su tribunal de resolución de conflictos mediante el cuál los estados miembros se ven obligados a acatar las normas de la OMC; por poner un ejemplo, la UE no deja entrar en su mercado la carne hormonada procedente de EEUU sin antes hacer una evaluación científico-sanitaria de sus propiedades, aplicando así el principio de precaución (el cuál debería estar presente también en todo el tema referido a los alimentos transgénicos ); lo que hace EEUU es denunciar a la UE ante dicho tribunal aludiendo que, al no dejar entrar esa carne está yendo en contra de las reglas del libre comercio. La OMC y su tribunal de resolución de conflictos (compuesto por burócratas asignados, no elegidos; viéndose así el carácter antidemocrático de la organización) dictaminarón que los EEUU tenían razón y que la UE debía permitir que esa carne se comercializase dentro de sus fronteras en contra de los intereses de los consumidores y a favor de los de las grandes empresas productoras. No obstante, la UE no ha permitido la entrada de esa carne pero para ello, debe estar pagando una multa debido a la resolución adoptada por la OMC.
No es descabellado preguntarse entonces si los gobiernos de los distintos países están o no subordinados a la OMC en todo lo relativo al comercio, porque claro, viendo las decisiones tomadas en este tema y otros, como el de la guerra de los plátanos,(a favor de Chiquita), ya no se sabe muy bien (o se sabe perfectamente) hacia donde vamos.
La ronda de negociaciones que pretendía iniciarse en Seattle, a parte de introducir en su agenda amplísimos temas, ha dejado bien claro las divisiones y discrepancias entre prácticamente todas las partes negociadoras. Pone de manifiesto el caos de intereses existentes; los intereses están cada vez más fragmentados en todas las partes del mundo, dentro de todos los países y lugares y, se debe sobre todo, en mi opinión, al proceso de mundialización en el que estamos inmersos; globalización y fragmentación van unidos, se va destruyendo poco a poco el tejido productivo local (un ejemplo bien claro es el de los pequeños agricultores) y nos hacemos más dependientes.
Hay fragmentación también a nivel social, hay sociedades o lugares donde no hay prácticamente acceso a la educación pero sí a una televisión. 
Se ve también como hay claros enfrentamientos comerciales entre EEUU y la UE en temas tan relevantes como agricultura, incluidos como no, los alimentos transgénicos, donde los norteamericanos pretenden liberalizar el sector por completo (no se, pero no creo que sea lo mismo comerciar con alimentos que con las piezas del último modelo de supercoche), viendo en él sólo intereses comerciales.
Algo revelador, creo yo, de esta voragine, es ver cómo los países del Sur se revelan contra todo lo que sea pedir mejoras de las condiciones laborales y aumentos de los estándares medioambientales de esos países, poque de ser así dicen, se verían totalmente fuera del juego. Nos están diciendo que la única manera de seguir "jugando" es su capacidad de atraer inversiones en base a sus bajos niveles de exigencia tanto a nivel laboral como ambiental.

Hay muchas cosas que rechinan en todo esto, muchísimas.
Mi intención no es sacralizar al comercio, no creo que el comercio sea malo en sí mismo, no creo que estemos debatiendo sobre si el comercio es bueno o malo (tiene sus cosas buenas y sus cosas malas sobre las cuales podríamos discutir, sería otro debate quizás); eso sí, un libre comercio donde las leyes del mercado estén por encima de las sociedades y sus gentes no se puede admitir.
Un comercio que sólo pretende comerciar, sin mirar las necesidades de los pueblos, sin tener en cuenta ninguna consideración social, ambiental, cultural, de salud, de desarrollo de los pueblos, sin tener en cuenta que los recursos son limitados y que no se trata de consumir por consumir sino buscar un consumo cada vez más responsable, no puede ser bueno.
Un comercio donde él más fuerte es él que gana, no puede ser bueno.
El 30 de Noviembre de 1999 en Seattle se juntaron cerca de 60.000 personas, dentro de todo tipo de colectivos para protestar contra la Ronda del Milenio, contra la OMC, contra el actual sistema de comercio, y en el que además se quería profundizar en lugar de pararse, y pensar ¿qué estamos consiguiendo?, ¿a dónde vamos?; se juntaron para decir que las cosas no pueden ni deben seguir así, que el mundo no es una mercancía más, que no todo se puede mercantilizar, y que hay que mirar hacia otros lados, que hay que buscar otros caminos. Seattle pretendía ser la confirmación del proceso globalizador, pero se han oído las voces de los que pensamos que la vida no puede reducirse a una mercancía, de los que pensamos que el comercio no puede regirse solamente por las leyes del mercado. Lo que paso en Seattle es muy significativo desde el punto de coordinación a nivel internacional, no creo que se haya exagerado el acontecimiento, creo mas bien que, aunque la coordinación entre sindicatos, ecologistas, agricultores,........, es complicada de cara a una tarea continuada, sí ha funcionado bien de cara a un objetivo concreto (parar una cumbre y todo lo que rodea a esa cumbre).
Creo que hay que ser optimistas, porque no, internet puede jugar un papel importante a la hora de conocerse, de discutir propuestas, de ver puntos de vista.

Evidentemente, requiere un esfuerzo grandísimo, pero también es evidente que hay muchos puntos en común. Creo, para terminar, que la sociedad civil, las gentes, debemos de seguir organizandonos para protestar a la vez que ofrecer alternativas a este sistema económico que promueve tanta desigualdad entre los distintos pueblos y dentro de ellos mismos.
Es fundamental darse cuenta que se pueden hacer cosas, que se pueden dar a conocer distintas realidades (no sólo la que nos venden) y distintos modos de ver la vida. No se nos pueden olvidar los pueblos, las gentes.

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miércoles, 2 de septiembre de 2015

What's the Business and Climate Summit all about?

Introducing the International Chamber of Commerce (ICC)

ICC - INTERNATIONAL CHAMBER OF COMMERCE

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