Globalización, bits y poder
Los enormes cambios en las relaciones de poder son resultado de la confluencia entre globalización y digitalización
Pronto hará veinte años que escribí un libro sobre el tema. Muchas afirmaciones de entonces eran intuiciones, razonables pero sólo intuiciones. En aquellos momentos, la televisión digital, Internet, las cámaras digitales, o la telefonía móvil, estaban en un estadio incipiente y lleno de incógnitas, y era difícil prever la rapidez con la que todo iba a suceder. Hago ahora una reflexión a posteriori, a partir de una afirmación inicial: los enormes cambios ocurridos en las relaciones de poder son en buena parte el resultado de la confluencia entre globalización y digitalización.
»Globalización.
La globalización es un tema de espacios y de fronteras. Vivíamos, a finales del siglo XX, en un mapa de ‘países’, es decir de espacios estatales perfectamente definidos y separados por fronteras. En los estados democráticos, había en el interior de su territorio una absoluta libertad de movimientos para personas, mercancías, dinero, información, y una uniformidad de normas legales. Pero esta libertad de desplazamiento se acababa al llegar a las fronteras (pasaportes, salvoconductos, aranceles, cambios de moneda y de carnet de conducir, redes de repetidores de TV no interconectadas, prensa que llegaba al día siguiente, legislaciones y normas distintas a una y otra parte de la frontera…). La globalización significó el derribo de las fronteras. Derribo de barreras jurídicas debido a decisiones políticas, y derribo de barreras naturales debido a la tecnología, que facilita el movimiento y reduce su coste.
»Globalización desequilibrada.
Esta doble dimensión, jurídica y física, ha producido una globalización desigual. Una vez eliminadas las barreras jurídicas, han quedado las barreras naturales que no son todas igual de altas. Los tomates se mueven con gran facilidad, los envases de leche etiquetados en una lengua no se pueden mover sin un cambio de etiqueta, los aparatos eléctricos no se pueden mover sin que las normas técnicas sobre los mismos sean las mismas a uno y otro lado, los profesionales que buscan trabajo no pueden desplazarse sin un acuerdo de reconocimiento de diplomas, los trabajadores de todo tipo tienen normalmente barreras de lengua i de cultura, y algunos se juegan la vida en una patera.
La libertad que supone la globalización es desigual
Pongo estos ejemplos para evidenciar que la libertad que supone la globalización es desigual, y tiene más o menos dificultades según qué es lo que se mueve.
La digitalización ha introducido otra desigualdad. Todo aquello que se puede mover poniéndolo en forma de bits puede hacerlo de forma instantánea, de forma masiva, y a coste cero. Desde este punto de vista, hay que convenir que la verdadera globalización sólo se ha producido en dos sectores: el sector de la información y el sector del dinero, una y otro convertibles en bits. Esto ha desequilibrado la sociedad.
»Información, capital y poder.
Se ha producido un gran crecimiento del poder de quienes controlan estos dos sectores globalizados, pasando por encima del poder de los políticos, cuyo poder sigue en gran medida circunscrito a los territorios nacionales. Mientras los que juegan con la información y con el capital financiero pueden desplazar la pelota a lo ancho y largo de todo el campo, los políticos tienen sólo capacidad de moverla dentro de su parcela.
Los esfuerzos infructuosos de gobiernos dictatoriales para evitar que sus ciudadanos reciban información exterior por Internet, y los fracasos de los gobiernos europeos para intentar que sus ciudadanos poseedores de grandes capitales cumplan las obligaciones fiscales en su país, han puesto en evidencia recientemente esta incapacidad. Y el chantaje de los inversores internacionales para conseguir modificar las leyes de un país, amenazando con desplazar sus inversiones financieras a otro lado, ha hecho cambiar muchas leyes, en contra de la voluntad política… ("Los mercados nos obligan…").
»Perspectivas.
En el campo de la información la batalla está, afortunadamente, perdida. Aparte de la movilidad, la red ha permitido que todo ciudadano pueda recibir, y a su vez difundir, información. Es necesario que se establezcan con carácter global algunas normas que protejan la privacidad personal y castiguen la falsedad o la calumnia, pero al mismo tiempo hay que aceptar que la sociedad se ha convertido en tranparente y que la ocultación ya no es una forma de evitar responsabilidades. Esto es bueno.
Pero en relación al capital es necesaria, como tantas veces se ha prometido, una regulación global de las actividades financieras que impida (o grave con más impuestos) las operaciones especulativas, y que mantenga los ‘servicios financieros’ pero evite los ‘casinos financieros’. Solamente cediendo soberanía en estos temas a entidades supraestatales, los actuales Estados podrán recuperar una parte del poder que ya han perdido frente a ‘los mercados’. De no hacerlo, los gobiernos seguirán víctimas de la impotencia actual que les impide resolver nuestras crisis.