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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Hacia una democracia de lo común ANTONI AGUILÓ

Hacia una democracia de lo común

ANTONI AGUILÓ
Miércoles 16 de septiembre de 2015
Los procesos de desposesión, mercantilización y privatización impuestos por el neoliberalismo han provocado en los últimos años la aparición de una rica multiplicidad de formas de politización desde abajo: las revueltas árabes, Occupy, el 15M, las Mareas, Podemos, etc. Una novedad reciente es el desplazamiento de parte de estas formas de politización hacia el campo electoral e institucional, donde han surgido candidaturas de unidad popular fuera del bipartidismo PP-PSOE que en las elecciones municipales del pasado 24 de mayo obtuvieron resultados notables en las ciudades de tamaño medio y las de mayor población, como Barcelona, Madrid, Málaga, Cádiz, Zaragoza y A Coruña.
Una pregunta de fondo cuestiona si estas plataformas ciudadanas constituyen formas defensivas e inmediatas de lucha electoral contra los efectos del neoliberalismo globalizado, o bien si son la expresión de un nuevo e intenso ciclo de luchas institucionales que tratan de romper con el modelo de democracia que ha permitido a una pequeña élite poseer la mayor parte del poder y la riqueza. No es una pregunta sencilla, dado que se trata de procesos recientes y en construcción. Lo cierto es que, al decir de Ernst Bloch, el nuevo municipalismo ofrece pistas de un futuro que todavía no existe pero que ilumina las posibilidades del presente para originar ideas y prácticas que indican la dirección de las luchas. Y estas posibilidades apuntan hacia una dinámica institucional que aspira a alterar condiciones de vida opresivas, pues lo que está en discusión es la búsqueda de formas alternativas de practicar la democracia, de organizarse colectivamente y de aprender a vivir en común.
Como afirman Christian Laval y ‎Pierre Dardot, lo común se ha convertido en “el principio político que define un nuevo régimen de luchas a escala mundial”, un principio en situación de marginalidad desde las luchas de anarquistas, comunistas y socialistas de finales del siglo XIX y principios del XX. De hecho, el gran logro de estas candidaturas consiste, de acuerdo con Boaventura de Sousa, en haber repolitizado el principio de comunidad, sobre todo como factor de confluencia y articulación desde abajo en su intento de forja mayorías que les permitan gobernar.
No es irrelevante que varias de estas candidaturas hayan elegido la rúbrica “en común” como sello de identidad, ni que concejales de Ahora Madrid tomaran posesión de su cargo mediante la fórmula latina Omnia sunt communia (“todo es común”). Tampoco es baladí que, en contraste con la indefinición del Gobierno para ampliar las cuotas de aceptación de refugiados, haya sido la alcaldesa de Barcelona quien proponga la creación de una red municipal de ciudades-refugio. Y no es menos significativa la reivindicación que este municipalismo hace de lo popular, lo compartido y lo participativo como horizonte de combate contra la lógica del individualismo y la competitividad inoculada en el sentido común durante décadas de hegemonía capitalista.
Si quieren tener razón de ser, los partidos e iniciativas que apuestan por lo común como elemento de articulación y dirección de esa otra política exigida en las plazas, marchas y asambleas populares tendrán que tener audacia y creatividad para ensayar formas políticas alejadas de las raíces eurocéntricas, individualistas y capitalistas compartidas por el liberalismo y la socialdemocracia (o sus restos arqueológicos). Estas formas pasan necesariamente por el reconocimiento de la matriz comunitaria de la política.
Lo común es político y su articulación también. Necesitamos un cambio de mirada en torno a lo común, que ya no puede entenderse sólo como un conjunto de bienes o servicios públicos objeto de protección jurídica. Esta visión diluye el valor político del concepto y reduce drásticamente el campo de lo común a la identificación y gestión de distintos recursos comunes (agua, sanidad, educación, etc.). Lo común es una relación social, un espacio de construcción de vínculos de reciprocidad desde los que impulsar proyectos de resistencia frente a las agresiones de las clases dominantes, un dotar de sentidos alternativos a nuestras maneras de estar en el mundo y aprender a desarrollar formas de vida basadas en la solidaridad, la participación y la acción colectiva. Así entendido, lo común obedece a una racionalidad política potencialmente insurreccional al servicio de quienes desafían el predominio de la apropiación privada y la mercantilización de todo.
Este fue el significado que lo común adquirió en el 15M (“No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”) y que el municipalismo popular no debe olvidar. El 15M contribuyó a crear nuevas formas y espacios de lo común, imprescindibles para generar experiencias democráticas de alta intensidad: la práctica de la escucha, de la asamblea, del consenso, prácticas de socialización colectiva de sujetos que se apoyan, complementan y coordinan, etc.
Ante las posibilidades abiertas por el ciclo electoral de 2015, es fundamental apostar por la fuerza emancipadora de lo común recuperada por el 15M; una fuerza que no debe ser arrollada por ninguna maquinaria de guerra electoral ni reducida estratégicamente a una marca electoral explotable. Porque lo común, además de como espacio de confluencia, puede funcionar como eje de ruptura y transformación de un sistema basado en la subordinación de todo a los imperativos del capital.
Necesitamos con urgencia dar pasos desde lo social y lo institucional hacia una política de lo común que radicalice la democracia y revitalice las energías anticapitalistas de nuestro tiempo. Pasos hacia una democracia contrahegemónica que desmercantilice; que reconozca derechos colectivos, como el de autodeterminación, el derecho a la paz y a un medio ambiente saludable; que garantice nuevos derechos fundamentales (renta básica de emancipación, derecho al agua, al tiempo libre, a la información y la comunicación, entre otros); que combine diferentes modelos y prácticas democráticas (representativas, participativas y radicales) para producir cambios reales en las formas de hacer política; que convierta lo instituido en instituyente; que potencie la autogestión, la gestión horizontal y la creación de redes de reciprocidad; y que desborde los marcos establecidos por los dogmas y “leyes” del mercado (deuda, austeridad, acumulación, crecimiento…) para transformar el individualismo, el aislamiento y la competencia de la lógica civilizatoria del capitalismo en colectividad, solidaridad y dignidad.
14/09/2015


ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO . GENTES Y COMERCIO GLOBALIZADO Paco Montes

A lo largo de la década de los noventa el concepto de globalización o mundialización , como se quiera ( no obstante, hay más formas para referirnos a lo mismo ), no sólo ha ido cogiendo fuerza en los medios de comunicación, como otras tantas cosas , o en los discursos oficiales de distintas instituciones y gobiernos, sino que parece, o al menos a mí me lo parece, haberse instalado en nuestras vidas de forma silenciosa, como si fuera algo cotidiano y, al parecer único, algo contra lo cuál no parece poderse hacer nada porque : "es lo que hay " , porque se nos vende la idea de que no hay otra alternativa, de que todo el mundo está dentro, en definitiva, de que no hay nada mejor.

Cabría preguntarse tantas cosas acerca de ésto, acerca de lo que se supone "tan bueno" para tod@s, acerca de esas bonitas (para algunos) cifras macroeconómicas detrás de las cuales no se ve , o no se quiere ver que hay gente, que las decisiones económicas no pueden ir separadas de las personas; acerca de palabras tan rimbombantes y pomposas como "la liberalización del comercio mundial nos beneficiará a tod@s ", acerca de políticas económicas dictadas por el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BM (Banco Mundial), cuyas recomendaciones parecen ir más encaminadas a que los países del Sur (o no del Sur) obtengan liquidez para así poder pagar intereses de Deuda Externa (por ejemplo, promoviendo el desarrollo a través del abuso de las exportaciones sin pensar en lo que eso supone en la sobreexplotación de los recursos naturales de esos países) que a buscar un verdadero desarrollo de las gentes y los pueblos de esos lugares). Y podríamos seguir preguntándonos acerca de muchas cuestiones de este proceso globalizador económico, donde lo prioritario es lo cuantitativo, el beneficio y la maximización. Con esto último está íntimamente relacionada la idea de una progresiva y mayor desregularización (liberalización) del comercio mundial, que pretende abarcar prácticamente (o sin prácticamente) todos los temas, desde la reducción de tarifas arancelarias (de lo que se venia ocupando el antiguo GATT) a, por ejemplo, acuerdos TRIPs (Acuerdo sobre Aspectos Relativos al Comercio de los Derechos de Propiedad Intelectual) sobre patentes (procesos microbiológicos y genes incluidos), donde los grandes beneficiados no son otros que las grandes corporaciones transnacionales, con los gobiernos de los países ricos como cómplices pasivos (o activos, según se mire), anteponiendo las reglas del libre mercado a consideraciones sociales, ecológicas (no parecen darse cuenta que los recursos son limitados), culturales y humanas.

Y bueno , ¿qué pinta la Organización Mundial del Comercio (OMC) en todo esto?, pues pinta y mucho, tiene un papel fundamental en lo que es la articulación de todo el tinglao de la mundialización, está encargada de velar por el libre flujo de comercio y, se presentó en la Ronda del Milenio de Seattle del 30 de Noviembre con una agenda de negociaciones amplisima (servicios, aranceles industriales, agricultura, transgénicos, patentes sobre la vida, facilitación del comercio por reducción de costos ambientales y normas laborales, etc.....) donde incluso volvió a intentar meterse el tema del libre flujo de inversiones después del rechazo del AMI (Acuerdo Multilateral de Inversiones) meses atrás. Sin los mercados más desregularizados la mundialización se ve frenada, encuentra obstáculos , obstáculos que, curiosamente son del tipo: conservación del medioambiente, desarrollo agrícola sostenible (hay alimentos para todo el mundo), principio de precaución en el tema de transgénicos, de la carne hormonada procedente de EEUU,....... (temas que tienen que ver con la salud pública; ni siquiera tienen obligación de etiquetar los alimentos transgénicos), protección social, normas laborales, desarrollo local de pueblos a todos los niveles - un ejemplo claro de esto son las comunidades indígenas- , diversidad cultural, etc......... ; y claro, echando un vistazo a los "obstáculos" que frenan ese avance, ¿no deberían ser precisamente esos "obstáculos" los que deberíamos de buscar tod@s, y por supuesto, deberían de buscar cualquier decisión económica y política tomada a cualquier nivel? La OMC nace después de la última ronda de negociaciones del GATT, la Ronda Uruguay (1986-1993), y tiene un poder efectivo mucho mayor que su predecesor, el propio GATT.
Ya hemos visto que su papel es el de desregularizar más y más el sistema de comercio mundial con lo que los mecanismos de control van desmantelándose y las desigualdades ya existentes debidas al actual sistema económico van agrandándose porque no se comercia pensando en el desarrollo integral de los pueblos y sus gentes, se comercia pensando en lo cuantitativo, en el beneficio, parece que en el sistema mundial de comercio se haya avanzado y, se esté avanzando a favor de los intereses de las grandes corporaciones transnacionales (se pretende avanzar más en la Ronda del Milenio de Seattle) en lugar de dar pasos hacia el desarrollo sostenible de pueblos y entorno; porque claro, por ejemplo, en base a la competencia internacional, las transnacionales tienen "argumentos" para trasladar capital y empleos a otros lugares donde encontrar normas laborales más flexibles y estándares medioambientales más bajos.

Cosa muy curiosa es darse cuenta que la OMC no es algo abstracto, está integrada por 134 países - que serían EEUU, la UE, Canadá, Japón......., y los restantes, agrupados eso sí en diferentes niveles (no son lo mismo Argentina o Australia que cualquier país del Africa Sub- Sahariana); como os podéis imaginar esta estratificación de los países tiene mucho que ver a la hora de sentarse a negociar y llegar a acuerdos, en unos casos y aceptar acuerdos, en otros -, sin olvidarnos de los potentes grupos de presión de las grandes multinacionales que también andan por los pasillos y las mesas de negociaciones de la OMC.
No obstante el instrumento más poderoso de la OMC es su tribunal de resolución de conflictos mediante el cuál los estados miembros se ven obligados a acatar las normas de la OMC; por poner un ejemplo, la UE no deja entrar en su mercado la carne hormonada procedente de EEUU sin antes hacer una evaluación científico-sanitaria de sus propiedades, aplicando así el principio de precaución (el cuál debería estar presente también en todo el tema referido a los alimentos transgénicos ); lo que hace EEUU es denunciar a la UE ante dicho tribunal aludiendo que, al no dejar entrar esa carne está yendo en contra de las reglas del libre comercio. La OMC y su tribunal de resolución de conflictos (compuesto por burócratas asignados, no elegidos; viéndose así el carácter antidemocrático de la organización) dictaminarón que los EEUU tenían razón y que la UE debía permitir que esa carne se comercializase dentro de sus fronteras en contra de los intereses de los consumidores y a favor de los de las grandes empresas productoras. No obstante, la UE no ha permitido la entrada de esa carne pero para ello, debe estar pagando una multa debido a la resolución adoptada por la OMC.
No es descabellado preguntarse entonces si los gobiernos de los distintos países están o no subordinados a la OMC en todo lo relativo al comercio, porque claro, viendo las decisiones tomadas en este tema y otros, como el de la guerra de los plátanos,(a favor de Chiquita), ya no se sabe muy bien (o se sabe perfectamente) hacia donde vamos.
La ronda de negociaciones que pretendía iniciarse en Seattle, a parte de introducir en su agenda amplísimos temas, ha dejado bien claro las divisiones y discrepancias entre prácticamente todas las partes negociadoras. Pone de manifiesto el caos de intereses existentes; los intereses están cada vez más fragmentados en todas las partes del mundo, dentro de todos los países y lugares y, se debe sobre todo, en mi opinión, al proceso de mundialización en el que estamos inmersos; globalización y fragmentación van unidos, se va destruyendo poco a poco el tejido productivo local (un ejemplo bien claro es el de los pequeños agricultores) y nos hacemos más dependientes.
Hay fragmentación también a nivel social, hay sociedades o lugares donde no hay prácticamente acceso a la educación pero sí a una televisión. 
Se ve también como hay claros enfrentamientos comerciales entre EEUU y la UE en temas tan relevantes como agricultura, incluidos como no, los alimentos transgénicos, donde los norteamericanos pretenden liberalizar el sector por completo (no se, pero no creo que sea lo mismo comerciar con alimentos que con las piezas del último modelo de supercoche), viendo en él sólo intereses comerciales.
Algo revelador, creo yo, de esta voragine, es ver cómo los países del Sur se revelan contra todo lo que sea pedir mejoras de las condiciones laborales y aumentos de los estándares medioambientales de esos países, poque de ser así dicen, se verían totalmente fuera del juego. Nos están diciendo que la única manera de seguir "jugando" es su capacidad de atraer inversiones en base a sus bajos niveles de exigencia tanto a nivel laboral como ambiental.

Hay muchas cosas que rechinan en todo esto, muchísimas.
Mi intención no es sacralizar al comercio, no creo que el comercio sea malo en sí mismo, no creo que estemos debatiendo sobre si el comercio es bueno o malo (tiene sus cosas buenas y sus cosas malas sobre las cuales podríamos discutir, sería otro debate quizás); eso sí, un libre comercio donde las leyes del mercado estén por encima de las sociedades y sus gentes no se puede admitir.
Un comercio que sólo pretende comerciar, sin mirar las necesidades de los pueblos, sin tener en cuenta ninguna consideración social, ambiental, cultural, de salud, de desarrollo de los pueblos, sin tener en cuenta que los recursos son limitados y que no se trata de consumir por consumir sino buscar un consumo cada vez más responsable, no puede ser bueno.
Un comercio donde él más fuerte es él que gana, no puede ser bueno.
El 30 de Noviembre de 1999 en Seattle se juntaron cerca de 60.000 personas, dentro de todo tipo de colectivos para protestar contra la Ronda del Milenio, contra la OMC, contra el actual sistema de comercio, y en el que además se quería profundizar en lugar de pararse, y pensar ¿qué estamos consiguiendo?, ¿a dónde vamos?; se juntaron para decir que las cosas no pueden ni deben seguir así, que el mundo no es una mercancía más, que no todo se puede mercantilizar, y que hay que mirar hacia otros lados, que hay que buscar otros caminos. Seattle pretendía ser la confirmación del proceso globalizador, pero se han oído las voces de los que pensamos que la vida no puede reducirse a una mercancía, de los que pensamos que el comercio no puede regirse solamente por las leyes del mercado. Lo que paso en Seattle es muy significativo desde el punto de coordinación a nivel internacional, no creo que se haya exagerado el acontecimiento, creo mas bien que, aunque la coordinación entre sindicatos, ecologistas, agricultores,........, es complicada de cara a una tarea continuada, sí ha funcionado bien de cara a un objetivo concreto (parar una cumbre y todo lo que rodea a esa cumbre).
Creo que hay que ser optimistas, porque no, internet puede jugar un papel importante a la hora de conocerse, de discutir propuestas, de ver puntos de vista.

Evidentemente, requiere un esfuerzo grandísimo, pero también es evidente que hay muchos puntos en común. Creo, para terminar, que la sociedad civil, las gentes, debemos de seguir organizandonos para protestar a la vez que ofrecer alternativas a este sistema económico que promueve tanta desigualdad entre los distintos pueblos y dentro de ellos mismos.
Es fundamental darse cuenta que se pueden hacer cosas, que se pueden dar a conocer distintas realidades (no sólo la que nos venden) y distintos modos de ver la vida. No se nos pueden olvidar los pueblos, las gentes.

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