La magia y el misterio del comercio por Rigoberto Stewart
Contenido
Prefacio
Agradecimientos
PARTE I: PRINCIPIOS Y CONCEPTOS
1. Hacia el entendimiento del sistema generador
de riqueza 1
PARTE II: CONCEPCIONES ERRÓNEAS
2. Colectivismo comercial 29
3. Producción versus generación de riqueza 37
4. Fantasía de la exportación 53
5. Subsidios agrícolas de los países ricos:
¿bendición o maldición? 71
PARTE III: EFECTOS DEL COMERCIO
6. Comercio y riqueza 97
7. Comercio y empleo 109
8. Comercio y medio ambiente 127
9. Comercio y paz 137
PARTE IV: POLÍTICA COMERCIAL
Prólogo 147
10. Proteccionismo 151
11. Tratados comerciales 169
12. Apertura unilateral 193
Bibliografía Selecta 211
Acerca del Autor 217
Otras Publicaciones 218
Lista de cuadros y gráficos
CUADROS
Cuadro 1. Riqueza generada mediante la especialización 4
Cuadro 2.a. Ventaja absoluta 24
Cuadro 2.b. Ventaja comparativa 25
Cuadro 3. Panamá: dos formas de producción, 1996 43
Cuadro 4. Situación del azúcar en Costa Rica,
años 1990 64
Cuadro 5. Precios del azúcar crudo y arancel
de importación, año 2000 85
Cuadro 6. Panamá: uso real del recurso agrícola, 1996 100
Cuadro 7. Panamá: uso potencial del recurso agrícola,
1996 100
Cuadro 8. Índice de libertad comercial y Coeficiente
de Gini para varios países 104
Cuadro 9. Impacto de un arancel sobre el salario ($) 120
Cuadro 10. Condiciones de acceso de los consumidores
de Costa Rica y Estados Unidos a algunos
productos agrícolas y textiles bajo el
TLC-CAUSA (cuadro resumen) 183
GRÁFICOS
Gráfico 1. Aranceles a la importación de azúcar 85
Prefacio
He escrito este libro porque tengo la plena convicción de que la gran mayoría de las personas no tiene un conocimiento mínimo de los principios básicos que le dan vida al comercio, un tema que afecta su calidad de vida en una forma muy íntima y determinante. Esta convicción está sustentada por lo que he leído, visto y escuchado a través de los años, en especial, con respecto a la política y los tratados comerciales.
Por ejemplo, en 2003, durante las negociaciones del tratado comercial entre Estados Unidos y Centroamérica (TLCCAUSA), el repudio del comercio libre y, principalmente, la condena de los subsidios agrícolas de los países ricos fueron manifestados por una amplia variedad de grupos: desde intervencionistas hasta librecambistas; desde comunistas hasta capitalistas; desde muy ricos hasta muy pobres; desde agricultores hasta amas de casa, académicos y periodistas. Ante este hecho, me hice las siguientes preguntas:
¿Por qué una colección tan heterogénea de grupos e individuos coincide en la reprobación de los subsidios agrícolas de marras y en la oposición al ejercicio del libre comercio por parte de los individuos de países pobres?
¿Qué tienen en común?
Una de las respuestas es que todos ellos profesan la premisa de producción, cuando la correcta es la premisa de consumo.
Se empezó mal.
La premisa de producción dice que los seres humanos realizan actividades económicas con el fin de satisfacer necesidades de producción o solucionar problemas de ese tipo. Por el contrario, la premisa correcta dice que lo hacen con el fin de satisfacer necesidades de consumo o solucionar problemas de ese tipo (vea capítulos 3 y 5).
Mi convicción también está basada en experiencias personales, algunas muy memorables.
En una ocasión tuve la oportunidad de dictar una charla sobre el tema a un grupo de periodistas. Durante el evento, una del grupo insistía en que si los Estados Unidos cerraban sus mercados, Costa Rica debería cerrar el suyo.
No hubo forma de hacerla entender que no se trataba de mercados, sino de personas con derechos humanos básicos, incluido el derecho de propiedad, el cual lleva implícito el derecho a la libertad comercial, o sea, el derecho de intercambiar su propiedad con quien le plazca.
No pudo entender que si el gobierno de los EE.UU. restringía la importación de azúcar, afectando a los productores de azúcar de Costa Rica, no era legítimo que el gobierno de Costa Rica impidiera la importación de trigo de los Estados Unidos, porque afectaría a los costarricenses que consumen trigo. Sería absolutamente inmoral castigar a estos consumidores solo porque los productores de azúcar fueron perjudicados.
No es justo ni moral castigar a Pedro porque un extranjero le hizo daño a Juan. En materia comercial, se suele obviar este principio ético.
En otra ocasión, tuve la oportunidad de hacer lo mismo en una prestigiosa universidad. Al inicio de la charla pedí que levantaran la mano todos los que creían que exportar era bueno e importar era malo.
Precedidos por el profesor, todos levantaron la mano. Obviamente, ni el profesor ni sus alumnos entendían el principio básico que le da vida al comercio: el de especialización e intercambio (E&I).
¿En qué consiste este principio y cómo surgió?
Este principio es el resultado de dos asombrosos descubrimientos del hombre que tuvieron lugar hace miles de años. Primero, notó que, por diversas circunstancias –clima, suelo, ubicación geográfica, habilidades naturales– algunos individuos producían ciertos bienes con gran facilidad y, otros, con dificultades. Segundo, descubrió que si en vez de producir todo lo que deseaba consumir, el individuo se especializaba en aquellos bienes que producía con gran facilidad y luego los intercambiaba por la producción de otros, podía multiplicar la cantidad de bienes disponibles para su consumo. Así nació el principio de especialización e intercambio.
El caso de Mincho y Cano es típico de este principio.
Ellos son dos individuos que consumen banano y café. Mincho vive en tierras bajas donde se produce bien el banano pero no el café. Cano vive en tierras altas donde se produce bien el café pero no el banano. Al principio, producen ambos bienes, pero luego se conocen y deciden especializarse e intercambiar. Mincho deja de producir café y dedica los recursos al banano; Cano deja de producir banano y dedica los recursos al café. Luego Mincho le envía banano a Cano y, de regreso, Cano le envía café. Con esta especialización e intercambio, su bienestar incrementa porque ambos obtienen, para su consumo, más banano y más café que antes.
En este sencillo ejemplo se manifiestan algunos hechos muy relevantes, pero poco comprendidos. 1) El objetivo de ambos es consumir los dos bienes, y cuanto más, mejor. Si su objetivo fuera producir los dos bienes, no habría ni especialización ni intercambio.
2) El incremento del consumo solo se logra si cada uno se especializa en los bienes que produce mejor. Si alguno de los dos se empecinara en especializarse en el bien que produce en desventaja, no habría ganancias para ninguno, comparado con la autosuficiencia, y no habría intercambio.
3) El proceso de intercambio de bienes es el comercio.
Cuando Mincho le envía el banano a Cano, en realidad lo vende; y cuando recibe el café, lo compra; es decir, Mincho vende banano y compra café. Cano vende café y compra banano. Comercian. Nótese que si bien el comercio es equivalente al intercambio, en realidad representa todo el proceso de E&I, porque sin especialización no hay intercambio. De ahí que cuando hablamos del comercio, en realidad nos referimos al proceso de E&I. Un punto poco comprendido.
El comercio internacional no es más que el intercambio de bienes entre individuos que se encuentran separados por una frontera política. Es exactamente el mismo intercambio, solo que ahora existe una línea política entre Mincho y Cano. Así, exportar y vender es el mismo acto de desprenderse de un bien. Comprar e importar es el mismo acto de apropiarse de un bien, de entrar en posesión de él.
En el proceso de intercambio, es imposible vender sin comprar o exportar sin importar, pues no sería intercambio. Otro punto incomprendido.
Al principio, todo el intercambio se hizo en la forma de trueque y en cualquier sitio. En la medida que los individuos se fueron especializando más, se hizo difícil continuar así, y surgió la idea del intercambio organizado, donde todos se reúnen un día determinado, en un lugar específico, para intercambiar bienes. Ese fue el primer concepto de mercado. A partir de este punto, la decisión de especializarse no dependía de la negociación entre individuos específicos; todos utilizaban la información generada en esos mercados rudimentarios para tomar las decisiones.
Con el tiempo surgió el concepto de dinero, aparecieron los intermediarios y afloraron mejores formas de transporte. Los tres propulsaron el intercambio; revolucionaron el comercio, haciéndolo posible en el espacio y en el tiempo, y en forma totalmente impersonal.
A pesar de que Mincho y Cano seguían intercambiando banano por café, ya no tenían que verse ni conocerse, ni negociar los términos del intercambio.
Este intricado sistema de E&I es lo que conocemos como el sistema de mercado o, simplemente, como el mercado. Obviamente, cuanto más libres sean los individuos para especializarse e intercambiar, más libre es el sistema de E&I, más libre es el mercado, y mayor es la riqueza que se genera.
Esta es la razón por la cual muchos somos feroces defensores del libre mercado.
Alrededor del mercado ha existido mucha confusión, tanto en lo conceptual como en lo operacional. Conceptualmente, el sistema de mercado (o el mercado) es la suma de todos aquellos elementos, tangibles e intangibles, que hacen posible el intercambio de bienes y servicios entre individuos; incluyendo, claro está, los bienes intercambiados y los individuos que los intercambian. En lo operativo, el mercado es el uso de una serie de medios –dinero, modos de transporte, compañías o diferentes formas de organización productiva– para llevar a cabo el intercambio de bienes y servicios.
La participación de todos estos “facilitadores” ha llegado a confundir a propios y extraños, a tal punto de hacerles perder de vista lo que ocurre realmente: el tradicional y básico intercambio de bienes ente individuos.
Por ejemplo, el uso de varias monedas y la participación de compañías transnacionales opacan el hecho de que muchos trabajadores comunes de Costa Rica intercambian con similares de Estados Unidos bananos por manzanas (es común pensar que se exporta con el fin de generar divisas). Veamos lo que ocurre en realidad. La compañía multinacional (Productor de banano Tipo 1) exporta la fruta a EE.UU. y recibe dólares.
Luego va al Banco Central, cambia los dólares por colones y paga al trabajador (productor de banano Tipo 2). Este toma su paga, va al supermercado en San José y ahí adquiere manzanas norteamericanas.
En ese momento, ocurre la primera mitad del intercambio, pues el dinero que entregó por las manzanas representa sus bananos. Al otro lado, en EE.UU., el trabajador (productor de manzanas Tipo 2) recibe su paga, en dólares, de parte de la empresa manzanera. Luego
va al supermercado del pueblo y compra bananos cuyo sello dice Costa Rica. En ese momento, se completa el intercambio, pues el dinero que entregó por los bananos representa sus manzanas. Así es como muchos costarricenses y estadounidenses utilizan colones, dólares, camiones, barcos, supermercados, bancos centrales y otros “facilitadores” del comercio para intercambiar bananos por manzanas; y lo hacen por la misma razón de siempre: porque los costarricenses son más productivos que los estadounidenses en el cultivo del banano, y esos norteamericanos, más productivos en el
cultivo de la manzana.
Todo el desarrollo del sistema de especialización e intercambio ocurrió al margen de lo que hoy conocemos como fronteras políticas; estas llegaron posteriormente; en muchos casos, cientos y miles de años después.
En Latinoamérica, mucho después de la llegada de los españoles, se trazaron líneas en medio de áreas de intercambio natural, cortando el flujo de bienes y servicios entre individuos, y forzando un retroceso hacia menos especialización, menos comercio, menos riqueza. En muchos casos, un intercambio milenario se convirtió, de la noche a la mañana, en comercio internacional, y sujeto a otras reglas.
Esas áreas en las cuales ocurrían especialización e intercambio, las podemos denominar Unidades Económicas Naturales (UEN).
Al trazar las líneas políticas, se cortaron muchas UEN y se crearon países, los cuales no son UEN, ni son unidades económicas de ningún tipo. Son solo unidades políticas (a veces, ni eso).
Uno de los grandes problemas económicos ha sido el querer convertir a los países en unidades económicas, evitando el intercambio de bienes entre ciudadanos de un país y otro; entre individuos que sí conforman una verdadera UEN.
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